lunes, 16 de diciembre de 2013

Influencia

"¿Cuál es el parásito más resistente? ¿Una bacteria? ¿Un virus? ¿Una tenia intestinal?
Una idea. Resistente. Altamente contagiosa. Una vez que una idea se ha apoderado del cerebro es casi imposible erradicarla."

Origen (Cristopher Nolan)

Los pensamientos y las ideas mueven el mundo. Somos seres que aún nos desconocemos a nosotros mismos. El cerebro es, sin lugar a dudas, el mayor misterio de la humanidad.

¿Cómo somos capaces de sentir algo que aún no hemos padecido? ¿Cómo somos capaces de soñar? ¿Cómo somos capaces de recordar? Es fascinante.

El problema es que, o no se quiere, o nadie ha profundizado lo suficiente como para hacer de él una herramienta implacable de ayuda a la persona. Comparo al cerebro con el sol: uno debe mantenerse lo suficiente lejos de él para no quemarse y lo suficientemente cerca para no morir helado.

Pero volvamos al principio. El cerebro recibe a lo largo del día, la semana, el mes, cantidades ingentes de información. Demasiada para ser asimilada. Demasiada para poder reflexionar. Demasiada para poder determinar qué queremos hacer.

Toda idea o pensamiento tiene un periodo de maduración. No basta con introducirlo y esperar a que crezca. Uno tiene que ser constante con él, no debe distraerse y debe regarlo para mantenerlo con vida. No deja de ser algo etéreo pero que con el esfuerzo determinado puede transformarse en algo tangible.

Ahora bien, ellos lo saben. Saben que todos y cada uno de nosotros somos potenciales de ser aquello que deseamos ser. Únicamente tenemos un error: no lo sabemos. Y peor aún: no debemos saberlo.

¿Cómo evitar que un pensamiento madure y permanezca el tiempo suficiente en nuestro cerebro para germinar? Sencillo: inundando el cerebro de más pensamientos. De ideas, comentarios, críticas, opiniones, noticias, reflexiones, valoraciones... una mezcla perfecta que le mantenga distraído.

LeBron James ganó su primer anillo en 2012. Previo a ello, había perdido dos finales, en 2007 y en 2011. En ambas finales la presión de los medios de comunicación, la afición, el "entorno"... era de un nivel máximo. ¿Sabéis lo que hizo LeBron en 2012? Días antes de la final desconecto su perfil de twitter y durante todos los días que duró la final estuvo alejado de televisión, radio o internet.

Nada le influía. Sólo vivía su realidad. Una realidad obsesionada con un único propósito: ganar el anillo. Y funcionó.

Somos demasiado influenciables. Nuestro estado de ánimo rebota desde la tristeza a la felicidad en segundos con una canción, una sonrisa, una noticia o un mensaje de wassap. Recibimos demasiada información y nuestra buena energía al levantarnos puede desaparecer sólo con levantarse y ver las noticias en twitter, los comentarios del vecino, la tertulia en la radio, la foto en portada del periódico, la cara de tu compañero, el malestar del proveedor... todo ajeno a ti.

La asignatura más importante que uno puede tener y el consejo que más puede valer a una persona es este: Evita las influencias. Vive tu realidad.

Sólo cuando estás dispuesto a morir por algo es cuando realmente tienes la posibilidad de tocarlo. ¿No vale la pena luchar por aquello que se está dispuesto a morir?