martes, 8 de diciembre de 2015

La edad de los ignorantes

A lo Gandalf, en los albores de la tempestad, regreso a vosotros. No por nada en especial. Al fin y al cabo me leerán los mismos de siempre con los que discutiré a viva voz y que suponen más allá de la discusión mi mejor compañía.

No sé cómo hemos llegado a esto pero me hago una idea. El cerebro humano bastante tenía con tener que trabajar en la selección de lo importante y lo no importante a la hora de discriminar las percepciones de sus sentidos pero no era consciente de la que se le venía encima: aluvión de información de distintos medios en las que cualquiera con un poco de ingenio puede inventarse algo y, lo más jodido, hacer que el resto se lo crean.

La era de los intelectuales ha dado paso a la era de los manipuladores. Los trileros existen única y exclusivamente porque hay gente que sigue pensando que pueden ganarles y que todo es un juego de azar. Como los casinos, donde la gente se juega su dinero sin darse cuenta que si llevan existiendo muchos años por algo será. Pero claro, ¿qué podemos esperar de borregos a los que nos han dicho: lee, repite y escribe para aprobar? Poco o nada.

La capacidad crítica no existe porque hemos hecho al hombre simple. Y aquí hay que puntualizar bien porque una cosa es simplificar y otra muy distinta ser simple. ¿Dónde radica la diferencia? Que sólo puede simplificar aquel que tiene un dominio del arte en su máxima expresión. Para que nos enteremos: Ferrán Adriá simplifica. Las tapas de los bares son simples.

Y todos nos veremos reflejados cuando nos encontramos en una situación en la que hablamos con borregos sobre nuestro arte y decidimos quedarnos en silencio ante una conversación llena de argumentos basados en repetir lo que otros "gurús" o "entendidos" dijeron y que no derivan de la experiencia personal. No sé cómo lo hemos logrado pero el desconocimiento argumentado permite ganar debates. Así estamos.

Porque cualquiera que sabe de cocina sabe que detrás de la respuesta me gusta o no me gusta entran mil variables que el cliente desconoce (calidad de la materia prima, instrumentos que se utilizan, clima, recipientes, presentación, incluso el humor del cocinero...). Cualquiera que sabe de fútbol sabe que dentro de un partido son mil las variables que te permiten hacer un buen partido pero que la gente lo resumirá en "falta de actitud" o directamente en "hay que echarle huevos".

Uno no sabe si esto ha sido consecuencia de la causalidad o de la casualidad pero la realidad es que los ignorantes dominarán el mundo de aquí a poquito tiempo. No hay tiempo ni marcha atrás. Como el calentamiento global, uno puede mitigarlo pero ya no detenerlo.

El tiempo pasa y mientras la voz de la experiencias, las vivencias y la cercana a la realidad se va despidiendo, la era virtual, que sabe de todo a través de una pantalla, se va instalando para vivir conectada sin conexión.

Espero que al menos los besos en los labios no desaparezcan.

lunes, 26 de enero de 2015

Volver

3 han sido las veces que he realizado el Camino de Santiago. 3 han sido las veces que he subido al altar para abrazar al Santo. 2 de ellas pedí un deseo y el paso del tiempo lo concedió. Quizás por lo divino (para aquel que crea)  quizás porque como bien se dice "la fe te otorga la paciencia necesaria para alcanzarlo" pero se cumplió.

La última vez fue distinta. Cuando subí no pedí nada. Mi mente se quedo vacía y sin nada que pedir sólo pude pensar "llévame allí donde creas que debo estar". No sé de dónde salieron esas palabras pero sé que unas cosas llevan a otras y que, llámalo destino o atracción, estamos donde queremos estar. 

Hoy di un paseo de despedida por mi Ciudad, en especial, por mis calles de la infancia. Llegué hasta mi colegio, recorrí sus paredes y lo observé detenidamente y, entonces, recordé. Recordé las sensaciones que tenía cuando era un niño, mis pensamientos, mis preocupaciones, mis ambiciones, mis sueños... fue humillante. 

Ha sido una de las sensaciones más extrañas que he tenido en mi vida. Por instantes sentí que mis recuerdos no eran míos. Que los momentos vividos allí habían sido disfrutados por otra persona. Que la distancia entre aquel niño y el hombre de 30 años no correspondían a la misma persona. Lo más triste de todo, lo que más me hundió, fue un pensamiento y una sensación que recorrió todo mi cuerpo para clavarse en mi mente: aquel niño miraría con desprecio al hombre. 

El tiempo pasa. Vivimos experiencias nuevas y olvidamos. El poder de los medios de comunicación, la influencia de la sociedad, las nuevas tecnologías entierran a los niños. ¿Son tus sueños de ahora los que tenías cuando nada te influenciaba? ¿Es tu forma de pensar la que tenías cuando ibas al colegio? ¿Recuerdas cuando querías ser mayor para cambiar el mundo?

No sé si por divinidad o por paciencia (eterna divinidad) pero tengo la sensación que aquella mañana postrado ante mi adorado Santi, el niño que despreciaría al adulto escarbó las entrañas donde se encontraba enterrado e hizo lo que tenía que hacer: no se rindió y tendió la mano al adulto.

Y, entonces, el adulto, inconscientemente, decidió volver a por él.