martes, 30 de agosto de 2016

6.500

2 segundos. Eso es lo que tardé en teclear 6.500. 0,5 segundos. Eso es lo que tardé en leerlo.

El mundo de los números es frío. Quizás el que inventó los números lo hizo como medio para dar malas noticias. El número duele menos. El número podrías ser tú o podría ser yo, incluso podríamos ser los 2.  Porque si hablamos de Javier, Joaquín, Silvia, John, Emile... ya es otra cosa. Quizás por eso cuando hay grandes atentados o grandes desastres en los países desarrollados no se mide el tiempo que se gasta en leer los nombres de los X muertos. Porque no duele tanto decir: 1, 2, 3 que Javier, Joaquín y Carlos.

Y por eso odio los números. Y por eso me dedico a ellos. Porque el ser humano tiene la mala costumbre de dar el uso indebido a las cosas. Dale un cuchillo y matará a alguien. Así somos. Pero como todo, pienso que los número no quieren ser malos, al igual que el cuchillo no quiere matar.

6.500 personas han sido rescatadas en 24 horas en el mar Mediterráneo. Y aquí tenemos un problema. Porque si te digo el nombre de las 6.500 personas que han sido rescatadas desconectaras, siendo generoso, en el número 30. Y si sólo te digo que han sido rescatadas 6.500 personas, te parece una barbaridad, compartirás algo en facebook, te quejarás en 140 caracteres y a trabajar, dormir o ver la tele. Tic Tac.

Algunos hemos tenido miedo de tirarnos a la piscina pero esta gente no tiene miedo de tirarse al mar. Sólo conozco dos formas de superar el miedo: la venganza y la esperanza. El problema de la primera es que se alimenta del odio. Y el problema del odio es que es como una droga, realmente busca sobrevivir en sí mismo por lo que una vez lo pruebas te consumirá de forma completa. ¿Y qué es la esperanza? Nada más y nada menos que cumplir un sueño realidad. La lámpara de Aladino. El genio de los deseos. ¿Es real? Supongo que cuando acabas en los campos de concentración en los que acaban los inmigrantes que son recogidos uno debe asumir que jamás existió.

Y he aquí el gran dilema que se plantea en mi cabeza. Meterme en la cabeza de un inmigrante y pensar como él. Pensar que huyo del infierno creado por personas porque existe un mundo mejor. Llegar a ese mundo mejor y darse cuenta que las personas que forman ese mundo mejor son tan tiranas como aquellos de los que huye.

Porque podemos compartir, podemos escribir, 140 caracteres, un blog o un libro. Porque podemos llorar, podemos sentir pena, podemos sentir impotencia pero cuando no dura lo suficiente como para que cambiemos lo que tenemos, entonces, debemos asumir que somos unos tiranos.

Y debemos asumir que, mientras la luz del paraíso esté encendida, seguiremos disfrazados de buenas personas pero, espero no suceda, cuando lleguen las luces del infierno prepárate, porque entonces conocerás al tirano que llevas dentro.

Y ese es quizás el problema que tiene la sociedad. Y ese es quizás el problemas de las personas que no se encuentran a sí mismas y sufren crisis de personalidad. Buscan luz en su reflejo sin encontrarlo porque no se dan cuenta de que de lo que realmente están hechos es de oscuridad.