lunes, 26 de enero de 2015

Volver

3 han sido las veces que he realizado el Camino de Santiago. 3 han sido las veces que he subido al altar para abrazar al Santo. 2 de ellas pedí un deseo y el paso del tiempo lo concedió. Quizás por lo divino (para aquel que crea)  quizás porque como bien se dice "la fe te otorga la paciencia necesaria para alcanzarlo" pero se cumplió.

La última vez fue distinta. Cuando subí no pedí nada. Mi mente se quedo vacía y sin nada que pedir sólo pude pensar "llévame allí donde creas que debo estar". No sé de dónde salieron esas palabras pero sé que unas cosas llevan a otras y que, llámalo destino o atracción, estamos donde queremos estar. 

Hoy di un paseo de despedida por mi Ciudad, en especial, por mis calles de la infancia. Llegué hasta mi colegio, recorrí sus paredes y lo observé detenidamente y, entonces, recordé. Recordé las sensaciones que tenía cuando era un niño, mis pensamientos, mis preocupaciones, mis ambiciones, mis sueños... fue humillante. 

Ha sido una de las sensaciones más extrañas que he tenido en mi vida. Por instantes sentí que mis recuerdos no eran míos. Que los momentos vividos allí habían sido disfrutados por otra persona. Que la distancia entre aquel niño y el hombre de 30 años no correspondían a la misma persona. Lo más triste de todo, lo que más me hundió, fue un pensamiento y una sensación que recorrió todo mi cuerpo para clavarse en mi mente: aquel niño miraría con desprecio al hombre. 

El tiempo pasa. Vivimos experiencias nuevas y olvidamos. El poder de los medios de comunicación, la influencia de la sociedad, las nuevas tecnologías entierran a los niños. ¿Son tus sueños de ahora los que tenías cuando nada te influenciaba? ¿Es tu forma de pensar la que tenías cuando ibas al colegio? ¿Recuerdas cuando querías ser mayor para cambiar el mundo?

No sé si por divinidad o por paciencia (eterna divinidad) pero tengo la sensación que aquella mañana postrado ante mi adorado Santi, el niño que despreciaría al adulto escarbó las entrañas donde se encontraba enterrado e hizo lo que tenía que hacer: no se rindió y tendió la mano al adulto.

Y, entonces, el adulto, inconscientemente, decidió volver a por él.  

2 comentarios: