lunes, 23 de enero de 2012

En la Oscuridad.

¿No resulta sorprendente? Millones de luces encendidas durante la noche justo en el momento en que menos personas se encuentran en la calle. Si hiciésemos un estudio de energía por peatón, la gente nocturna tendría un gasto al que difícilmente podría llegar a fin de mes. Pero así va el tema. 

Puedes pensar que la gente caminaría a oscuras y se perdería pero yo he caminado a la luz de la luna y se ve perfectamente. Las luces sólo reflejan un miedo interior, el miedo a la oscuridad. Como si la oscuridad o la noche fuera evitable, como un irremediable sentimiento de no tener que pasar por ello. Como un gesto inquebrantable de firmeza y poder del YO universal que refleja un "estoy por encima". 

Todos y cada uno de nosotros evitamos nuestra oscuridad. Evitamos salir ahí fuera a un lugar conocido pero en el que no hay guías, donde los sentidos necesitan de su máxima eficacia para no perdernos, para orientarnos, para percibir. 

En nuestra oscuridad nuestros ojos ven más allá de lo que hacen en la vida real, nuestro tacto es capaz de abrazar cada ráfaga de viento, nuestro olfato es capaz de respirar y distinguir el sabor del aire y nuestro oído, con un poco de suerte, es capaz de escucharnos a nosotros mismos.

En la oscuridad cada uno de nosotros suma más pero todos la evitamos. 

Preferimos llenarlo de farolas y lo único que iluminamos es el trayecto hacia un nuevo y repetitivo día normal de nuestra vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario