martes, 26 de julio de 2011

JS

Se dirigía hacia la estación, pensativo. Otra vez le daba vueltas a todo lo que había sucedido, una vez más. Cada repaso le aportaba una visión más confusa, una visión más distorsionada que sólo provocaba una mayor resignación en su alma. Si no era capaz de entenderse a sí mismo teniendo a su disposición toda la información posible ¿Cómo iba a ser capaz de enfrentarse a un día a día lleno de incertidumbres?

Las noches son crueles. Albergan silencio y el silencio alberga muy a menudo miedo. Bajó las escaleras que se dirigían al metro. En la entrada se encontró con un mendigo embutido en cartones, junto a otro cartón, el de vino. Sus escasas pertenencias las tenía en una vieja mochila. Una vida encerrada en una mochila y ahogada en un cartón de vino... no se veía muy lejano a esa realidad.

Como era de esperar los andenes estaban vacios, nada del bullicio que horas más tarde acudía puntualmente a su cita, calma aparente. ¿Es esto lo que le esperaba? ¿Vagar noche tras noche esperando una respuesta? Ni siquiera sabía que cojones se estaba preguntando. Preferiría pertenecer al mundo del bullicio, con una ruta programada, con una motivación por la que levantarse, por una razón, un propósito, ¿un destino? Llámalo como quieras...

Por fin escuchó acercarse al metro. No tenía un viaje muy largo, las mismas 7 paradas de siempre, se subió y se acomodó esperando tener el mismo monótono trayecto de siempre. La siguiente parada traía sorpresa. Un hombre se subió a ella. Raras horas para un hombre de su apariencia. Traje inmaculado, maletín de cuero, ¿un pez gordo de Wall Street? Quizás... la sorpresa fue creciendo conforme abrió el maletín y apareció de él un libro titulado "Razones para vivir". ¿Coincidencia o destino? No podía dejar de pasar la oportunidad:

- Razones para vivir... ¿es bueno?
- El hombre bajo el libro, esbozo una leve sonrisa y añadió: - Acabo de empezarlo, pero todo el mundo me ha hablado bien de él.
- ¿Problemas personales?
- No, para nada - volvió a sonreír. Su sonrisa era calmada, controlaba la situación- Siempre está bien leer qué piensa la gente de los problemas de los demás, como surgen, qué nos afecta, ya sabes... algo que me entretenga en el metro. ¿Problemas personales?
- ¿Los aparento?
- Tu posición defensiva parece afirmarlo.- El hombre del traje no parecía un hombre de Wall Street, ¿un psicólogo?
- ¿Eres psicólogo? Pareces un hombre de Wall Street pero no creo que lo seas, los que trabajan allí no se preocupan por las personas.
De nuevo esbozó una sonrisa mientras cerraba el libro y lo posaba sobre sus rodillas. Se acomodó en la silla y le preguntó:
- Y tú eres...
- Una causa perdida.
- Generalizas hacia fuera e individualizas hacia tu interior.- Afirmó tras una mueca de asentimiento. - Las causas perdidas no existen, sólo las causas abandonadas, y es en ese abandono donde encuentran su perdición.
(...)

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