Una
burbuja es aquel elemento que sin racionalidad aparente comienza a tomar un
comportamiento ascendente sin que el resto de factores asociados al mismo
tengan el mismo comportamiento.
Un
valiente, uno de los que va a pecho descubierto por la vida y piensa: "no
necesito a nada ni a nadie más". Tienen la vida corta. No asumen que todo se vale de
todo. Porque el mundo, más anciano y sabio, se adapta, y es más fácil que, frente a un cambio, un conjunto se organice
de forma más rápida que un individuo. Una manada de vete tú a saber qué, tiene
más facilidad para adaptarse a cambios en el entorno que un individuo en
solitario. El orgullo, la vanidad, el éxtasis del triunfo pueden negar la
realidad a la burbuja pero la realidad, paciente, esperará para tenerla en su punto
más alto, álgido, donde se sienta intocable, para demostrarle su completa
vulnerabilidad. Frágil. Subida a lo más alto del cielo y sin manos a las que
agarrarse mientras cae.
¿Cuál
es el problema? Que todos aquellos que alentaban y que pensaban en su aura de
invencibilidad se ven afectados y su inversión, vía monetaria o vía de fe,
provoca una recesión de dinero o de sentimientos. Como la pareja a la que
quieres: das tu confianza, la dejas ser el centro de tu vida y, sin darte
cuenta, comienzas a valorarla a la vez que, inconscientemente, dejas de valorar
tu trabajo, tus amigos, tu familia y hasta esas canciones que hacían pasártelo
bien. La burbuja es una droga. Un droga cara que, no curada a tiempo, puede
llegar a consumirte.
Hoy
la economía padece la burbuja inmobiliaria que fue inflada por todos: bancos,
instituciones públicas, sociedad, etc. Pero lo que más me preocupa es la
burbuja humana pues, aún no nos hemos dado cuenta, que todavía ansiamos volver
a esa época donde todo estaba arficialmente a nuestro alcance. Donde lo
importante estaba en la materialidad y no en los sentimientos.
Una
burbuja que aún está viva, latente, que comenzó cuando probamos la miel del
"todo irá bien" y, a pecho descubierto, se lanzó solitaria sin darse
cuenta que los pequeños detalles, a la larga, pueden tumbar cualquier BMV,
chalet o vacaciones en Nueva York.
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