sábado, 23 de abril de 2011

La Soledad Atemporal


Escribo sentado junto a una chimenea, con música de banda sonora de fondo en una aldea inmune al paso del tiempo.


He reflexionado acerca de ello. Llevaba sin venir aquí 4 años al menos y cuando llegué me encontré exactamente lo mismo que había dejado. Ni un rastro del paso del tiempo, sólo unas simples bandas sonoras en el acceso por carretera, el resto, impasible. Mismas casas, mismos árboles, mismos prados e incluso me atrevería a decir que mismos perros.

Si alguno de nosotros echa una foto a cualquier ambiente, incluso a nosotros mismos, podemos apreciar los cambios. Las ciudades evolucionan, las personas envejecemos, los sistemas crecen y se colapsan, en definitiva, todo fluye. No aquí, por aquí ha pasado la dictadura, la república, la democracia… y todo se mantiene igual. Vale, puede que donde no había teléfono, lo haya, donde no había luz, existe, pero a grandes rasgos, todo se mantiene. Incluso el cementerio. No ha sufrido ni una sola remodelación desde que llevo viniendo aquí.

Me fascina. Me gustaría saber cómo lo hace. El mundo gira y todo evoluciona pero esto se mantiene. Ante el movimiento y el avance, se mantiene. Cuando van bien las cosas, puede que se encuentre en una peor situación, pero cuando van mal las cosas, las posiciones se intercambian. ¿Cómo no verse afectado por todo lo que le rodea?

Puede que sea un pacto común de todos los elementos. Un pacto de humildad, un pacto de fe. Como el fuego que tengo a mi lado. Devora los troncos para mantener su vida, pero sabe que no será para siempre. Cuando los troncos se agoten el desaparecerá. Pero no para siempre Será momentáneo, sólo necesita de una chispa y nuevos troncos para revivir. Del mismo modo sucede con los árboles, la tierra, los frutos, la hierba… nacen y su tiempo pasa, pero saben que volverán, porque son necesarios para que todos sobrevivan.

Quizás sea esa la clave para que todo funcione. No tener miedo a que las cosas acaben, simplemente aceptar tu destino y tu papel en el juego. Basta con que alguno de ellos no lo haga, para que todos desaparezcan. Basta con que alguno no tenga fe en los demás, para que todos desaparezcan para siempre.

Todos necesitan desaparecer para volver a aparecer.

Justo lo contrario a lo que vemos hoy en día. Todo nace con la ilusión de mantenerse para siempre, de perpetuarse en el tiempo.

Quizás la búsqueda de la vida eterna se alcance a través de la muerte.

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